La COCA y YO… en el CHAPARE BOLIVIANO

Durante la operación de solidaridad Rayos de sol en el Chapare de Bolivia, hombres y mujeres se reunían en la noche, a la luz de la lámpara de aceite, en frente de la mesa en la que estaba el tapetito con las hojas.

Sin todavía tener plena conciencia, yo participaba pasivamente en el ritual de la sagrada Coca verde, absorbiendo toda la magia de herencias ancestrales que nunca me habían lanzado un llamado tan intenso; aunque hubiese bien entendido el misterio sagrado de la Coca en la dimensión comunitaria, sin embargo tenía curiosidad sobre cuáles fuesen los mecanismos por los cuales la Coca se consideraba una fuente de energía física y psíquica.

Durante una reunión del Sindicato de Namatamojo, en la región fluvial del Chapare, todos estaban sentados y en la mesa estaba el tapetito con las hojas atendiendo al ritual tradicional de la Coca: inesperadamente, Emilio, el miembro más activo de la operación de solidaridad y dirigente del Sindicato local, me solicitó con la cortés firmeza de un desafío de honor: doctorita … pijcha, la palabra de la lengua quechua que indica la acción de meter en la boca y chupar las hojas de Coca. 

Me di cuenta de la urgencia de actuar, sabiendo que en el mundo andino una invitación para compartir es un pilar cultural de bienvenida hacia quienes se quiere incorporar a la comunidad; si la invitación no se acepta inmediatamente, se considera rechazada y nunca más será repetida…

Heme entonces ahí, tendiendo mis manos, casi automáticamente, hacia el tapetito con las hojas     copiando lo que hacían los demás, eligiendo las tres hojas sagradas, lamadas Coca k’intu, y levantándolas hacia los tres niveles de la cosmovisión, para llevarlas finalmente a la boca, disfrutando de un agradable jugo amargo.

Al parecer mi bautismo en el ritual  ancestral de la Coca se había cumplido sin problemas, al menos por lo que sugería la expresión de consentimiento poco disimulado en los enigmáticos rostros de los presentes; con gestos espontáneos otras hojas se agregaron a las primeras, formando una bolita, llamada pijchu, que me quedé chupando por un tiempo sin tiempo.

Fue un momento irrepetible de magia hacia los horizontes del Destino, donde la Coca sagrada de los Andes había impreso su sello y seguiría rigiendo las riendas de una aventura para mí ya no más negociable, a lo largo de ese famoso … camino que se traza sólo caminando, como escribió al poeta sevillano Antonio Machado.

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